sábado, 5 de octubre de 2013

El porvenir de los jóvenes y el aliento del Papa Francisco

Que estamos en un tiempo de crisis es evidente. Que los jóvenes lo tienen crudo es innegable. Si atendemos solamente a la economía el horizonte es incierto. Probablemente la causa última de esta crisis económica generalizada esté en que se ha considerado la economía como lo único importante en la vida. Ya Benedicto XVI advertía que en la base de la crisis financiera y económica lo que hay es una crisis moral, una crisis de valores.

Cuando cayó el mundo de Berlín y se desintegró el sistema soviético las centrales de pensamiento economicista proclamaron la buena nueva de que el capitalismo había derrotado al socialismo real y que una nueva era de prosperidad se abría al mundo. Aquel pensamiento tan simplista ahora también está en crisis, porque el capitalismo “salvaje” no mejora la sociedad. No es todo la economía; hay también modos de afrontar la vida que traen consecuencias en las familias, en las relaciones sociales, en el mundo internacional…y, por supuesto, en la misma economía.

El Papa Francisco, en su reciente viaje a Asís, habló a los jóvenes, comprendiendo sus problemas económicos en el momento actual. Pero les dejó bien claro que él, como muchas personas mayores, hemos vivido tiempos peores, pero con convicciones más sólidas. El Obispo de Roma argumentaba así a los jóvenes de ahora: Pensemos en nuestros padres, en nuestros abuelos o bisabuelos: se casaron en condiciones mucho más pobres que las nuestras, algunos en tiempo de guerra, o en la posguerra; algunos emigraron, como mis padres. ¿Dónde encontraban la fuerza? La encontraban en la certeza de que el Señor estaba con ellos, de que la familia está bendecida por Dios en el Sacramento del matrimonio, y de que es bendita la misión de tener hijos y de educarlos. Con estas certezas superaron incluso las pruebas más duras. Eran certezas simples, pero verdaderas, formaban columnas que sostenían su amor. Su vida no era fácil: había problemas, tantos problemas. Pero estas certezas simples les ayudaban a ir hacia delante. Y lograron hacer una bella familia, a dar vida, a hacer crecer sus hijos.

Nada menos que el Papa, la mayor autoridad moral del mundo, apeló a su experiencia personal: algunos emigraron, como mis padres. ¡Qué fuerza tienen esas palabras en el momento actual!


J.S.

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